lunes, 14 de octubre de 2013



UNA HERMOSA LEYENDA DE LA CULTURA MEXICA

Coyolxahuqui era la hija de una mujer llamada Coatlicue,  quien a su vez era también madre de cuatrocientos surianos.


Cuenta la leyenda que un día Coatlicue barría un templo en la Montaña de la Serpiente y encontrándose ahí, descendió sobre ella una pluma en forma circular que se posó sobre su vientre que luego produciría una concepción divina. Sin embargo su hija Coyolxauhqui molesta de lo acontecido, reunió e instigó a sus hermanos a matar a su madre, pues consideraba que no saber quién era el padre de su nuevo hermano, constituía una deshonra para todos.


No obstante, el hijo que crecía en el vientre de Coatlicue, llamado Huitzilopochtli, confortó el corazón de su madre quien temía saber que sus hijos la matarían, diciéndole que no se preocupara y que llegado el momento, el sabría qué hacer y sería ayudada. De esa manera, encontrándose Coatlicue en la cima de una montaña, su hijo Huitzilopochtli nació, pero por virtud de su naturaleza divina, de una vez se convirtió en un hombre vestido de hermosas vestiduras con plumas de águila y armado de escudo y dardos de turquesa. Inmediatamente, se enfrentó a su hermana Coyolxauhqui cuyo cuerpo rodó desmembrado a lo largo de la montaña. Luego Huitzilopochtli, guerreó contra sus cuatrocientos hermanos de los cuales solamente unos pocos lograron huir hacia el sur y por eso se les denominó surianos.

Para los mexicas, esta historia da origen a la Luna y al Sol, representada la primera con la figura de Coyolxauhqui, diosa lunar que al enfrentarse a su hermano Huitzilopochtli, dios Sol, se perdió a si misma en la lucha.

Será que esta bella historia de la sabiduría ancestral mexica, herencia de las mujeres de América, da respuesta a la desconexión que las mujeres actuales vivimos al querer ocupar un lugar que no nos corresponde olvidándonos de nuestra maravillosa esencia femenina, la cual al ser perfecta y completa, no requiere enfrentamiento alguno con el hombre ?

Nuestro linaje ancestral nunca contempló siquiera la idea de que era necesario ocupar el lugar del hombre, pues cuando lo hacemos nos desmembramos como Coyolzahuqui, no por inferioridad nuestra, sino porque con ello despreciamos nuestra propia naturaleza, la cual es ser DADORAS de vida, RECEPTORAS y TRANSMISORAS de sabiduría, SANADORAS de nuestra tribu. El primer paso para ese despertar de la mujer viva, feliz y equilibrada es a través de la reconciliación con nuestra Menstruación.


Recogiendo los pedazos de la Coyolxauhqui que todas llevamos dentro, comenzamos un hermoso proceso de sanación personal donde la alegría de ser mujer, sin importar la edad que tengamos, se manifiesta en agradecimiento y conexión diaria con nuestra esencia de Mujer.


Licda. Helena Castillo

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